Nuestra sociedad ha cambiado mucho en las últimas décadas. La familia clásica sobrevive, pero ha dejado sitio a otros modelos distintos. Las separaciones y los divorcios son algo ya asumido en nuestros días. Las personas rehacen sus vidas sentimentales y vuelven a entablar otras relaciones de pareja que comportan diferentes planteamientos, cambios de mentalidad y la adaptación a nuevas situaciones.

Un escenario habitual es el de un hombre o una mujer sin hijos que entra en la vida de otra persona que sí los tiene y pasa a convivir con ella y formar parte de su marco familiar. Esto implica cambios a nivel emocional para adultos y niños, así como una nueva organización y la aceptación de una realidad distinta.

La no aceptación de la nueva pareja por parte del niño, un problema habitual

Cuando una pareja se separa, los hijos suelen tener la esperanza de una reconciliación que les devuelva la seguridad que se tambalea. Pero, de repente, un extraño al que nadie conocía hasta ahora irrumpe en su vida y genera en el niño o la niña sensaciones de miedo y desconfianza. Inicialmente, provoca rechazo en el menor. Este es uno de los principales escollos que se encuentran en estos casos.

¿Qué pueden hacer los adultos para normalizar la situación?

Cada caso es diferente, pero algunas de estas pautas pueden ayudaros a enfocar mejor la convivencia ante la nueva etapa:

Por parte de la persona progenitora

  • Presentar a la nueva pareja como tal cuando realmente tenga visos de convertirse en algo estable. En cualquier caso, no hacerlo de golpe suele ser una buena medida, preparar el terreno hablándole de ello al niño.
  • Ofrecerle seguridad al niño: hablar siempre con el menor y escuchar sus temores con el fin de disiparlos. Dependiendo de su edad, hazle saber que, aunque una nueva pareja entre en tu vida, va a seguir contando contigo y con su otro progenitor para todo, que tu nueva pareja no viene a sustituir a nadie. Darle seguridad y estabilidad es el pilar fundamental para que la nueva estructura familiar pueda salir adelante.

Por parte de la nueva pareja

  • Ten siempre claro que no son tus hijos: existen ciertos límites. Aunque puedas tener una excelente relación, hay otra persona que es su verdadero padre o madre y esa es una parcela que tienes que respetar en el trato con ellos. No eres ni un padre segundo para él, ni un tío ni nada por el estilo. Eres la pareja de su padre/madre con la que ahora convive en el mismo núcleo familiar y debéis llevaros bien y respetaros.
  • Respeta siempre al ex o la ex de tu pareja: no has entrado en esa casa para criticar a nadie y, si tu nueva pareja habla mal de su ex, evita hacerlo tú también, sobre todo delante de los niños. Respeta el vínculo emocional que tienen con su madre o padre. Ese no es tu espacio.
  • Encontrar intereses comunes con el menor: seguro que los tenéis y, de esta forma, conseguiréis mejorar la relación e incluso hacer planes en conjunto.
  • Ten paciencia: las cosas llevan su tiempo. Al principio, el rechazo será más explícito, pero, poco a poco, cuando vaya entendiendo que no representas una amenaza todo será más fácil y conseguiréis adaptaros. A edades más tempranas, el proceso suele ser más sencillo y algo más complejo ya entrados en la adolescencia.

Por parte de los dos

  • Establecer el rol de la nueva pareja con respecto a sus hijos y dentro del marco familiar: alcanzad acuerdos acerca de las normas, de cómo se engarza en la dinámica familiar esta nueva figura, cuál va a ser su autoridad, cómo tratar al menor sin que este crea que alguien trata de sustituir a su padre, madre, etc.
  • Mantener espacios para la pareja: los hijos son una parte fundamental en la vida, pero la relación de pareja debe funcionar por sí sola y preservar siempre su espacio.

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