La educación emocional de los padres influye en el fomento de un tipo de apego seguro, necesario para forjar personalidades más estables. ¿Cuáles son las características que los padres deben reunir para establecer una relación afectiva sana y segura con su hijo, que contribuya a un futuro adulto con buena autoestima y equilibrio emocional?

En otros artículos hemos definido los diferentes tipos de apego. En este vamos a intentar responder a la pregunta formulada y a dar unas claves para la construcción de contextos familiares de apego seguro.

 

Los padres, modelos de autorregulación emocional para sus hijos

En edades tempranas es tan importante que los menores tengan cubiertas sus necesidades fisiológicas, como las cognitivas, sociales y las afectivas.

Después del parto, llega la vinculación emocional con los cuidadores (normalmente, los padres). Si las necesidades del pequeño/a están cubiertas se fomentará un tipo de apego seguro y más equilibrado; en caso contrario, se desarrollará un tipo de apego inseguro que tendrá consecuencias negativas para la persona.

Por ello, es muy importante que los padres aprendan a gestionar sus propias emociones para que, como figuras de referencia que son para sus hijos, funcionen como modelos de autorregulación emocional para estos.

Si deseamos que los niños/as gestionen adecuadamente sus emociones, es necesario que los padres sean competentes en este aspecto. Los niños/as deben crecer con cariño, abrazos y apoyo emocional que, en caso de no darse, puede tener consecuencias muy graves.

Es fundamental desterrar el mito de que los niños no deben recibir abrazos o demasiada atención porque se van a convertir en personas dependientes o inmaduras. Precisamente porque son dependientes e inmaduras en la infancia necesitan cubrir sus necesidades emocionales.

En realidad, sucede lo contrario, la inmadurez emocional en adolescentes y adultos está relacionada directamente con contextos de apego inseguro en la infancia.

De acuerdo con el psicólogo Rafa Guerrero, autor de diversos libros y trabajos sobre la temática del apego y las emociones, para cubrir las necesidades emocionales del niño/a, los padres deben pasar por cuatro fases básicas:

  • Disponibilidad, estar físicamente disponibles
  • Accesibilidad, estar accesibles para ellos (no solo disponibles), estar dispuesto a atenderles ya que podemos estar enfrascados en otra actividad.
  • Sintonizar emocionalmente con el niño/a, procurar entenderle, saber qué le pasa y entender su necesidad.
  • Ser responsivos, es decir, cubrir dicha necesidad.

¿Cuáles son las claves para conseguir un apego seguro?

Para favorecer un estilo de apego seguro debe existir un equilibrio entre la protección y la autonomía.

Por un lado, los padres deben ser capaces de ofrecer esa protección, de vincularse con los niños cuando tienen miedo, cogen rabietas, cuando manifiestan una excesiva alegría, etc., para ofrecer unas buenas pautas de regulación.

Por otro lado, es indispensable fomentar su autonomía, permitirles dar rienda suelta a la curiosidad y que exploren su entorno.

Una de las características que definen a los padres con un estilo de apego seguro es la capacidad para identificar en qué situaciones debe propiciarse un aspecto u otro.

Para construir personas autónomas a partir se seres humanos dependientes para que sean capaces de regularse emocionalmente, de tomar decisiones, de ser empáticos, capaces de organizarse en todas las parcelas de su vida, es fundamental ofrecerles un trato de calidad, ofrecerle amor, cariño e incondicionalidad.

Existen tres fases para conseguir que el niño/a sea capaz de autorregularse cuando llegue a adulto.

  • En primer lugar, la capacidad de autorregulación de los padres, para identificar y gestionar la emoción, y tener estrategias para ejercerla.
  • Heterorregulación: proceso largo y constante de varios años, por el cual el adulto regula las emociones de su hijo/a, lo guía en este viaje y desarrolla con el menor las estrategias de autorregulación emocional para reducir emociones negativas, etc.
  • La persona, ya adolescente o en su primera etapa adulta, es capaz de su propia autorregulación, cerrando el ciclo.

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