En los últimos años, se ha extendido la idea de que la adicción es una enfermedad cerebral. Esta narrativa ha sido promovida desde ámbitos médicos, institucionales y mediáticos, y ha conseguido arraigarse tanto en los discursos profesionales como en la percepción social. Sin embargo, cada vez más expertos insisten en que esta visión es insuficiente y en que el fenómeno adictivo exige un abordaje mucho más amplio y humano.
Una narrativa simplificada que se ha vuelto dominante
Según el modelo biomédico, la adicción sería el resultado de cambios neuroquímicos y estructurales en el cerebro, que llevarían a la persona a perder el control sobre su consumo. Se argumenta que las sustancias adictivas alteran los circuitos del placer, la motivación y el autocontrol, generando una compulsión irresistible y una elevada probabilidad de recaída.
Este relato es sencillo, comprensible y socialmente aceptable: al presentar a la persona adicta como alguien que "padece una enfermedad", se reduce la culpabilización y se justifica el acceso a tratamientos médicos.
¿Por qué se ha impuesto este modelo?
El auge del enfoque biomédico no responde solo a razones científicas. Existen importantes factores institucionales, económicos y sociales que han favorecido su expansión:
- Respaldo institucional: organismos como el National Institute on Drug Abuse (NIDA) han promovido activamente esta narrativa y han financiado investigaciones centradas en la dimensión neurobiológica.
- Intereses de la industria farmacéutica: la medicalización de la adicción abre un mercado atractivo para nuevos medicamentos.
- Comunicación sencilla: explicar la adicción como una enfermedad del cerebro facilita su divulgación mediática y contribuye a reducir el estigma social.
Las limitaciones del modelo biomédico
Si bien la investigación neurocientífica ha aportado datos valiosos, el modelo de enfermedad cerebral presenta importantes limitaciones:
Recuperación natural
Muchas personas logran superar sus problemas de adicción sin recurrir a tratamientos médicos ni farmacológicos. La recuperación espontánea, observada en múltiples estudios, demuestra que el cambio personal, el apoyo social y las transformaciones en el entorno son factores determinantes.
Contexto social y cultural
La adicción no puede entenderse sin considerar las circunstancias sociales, económicas y culturales en las que se desarrolla. Factores como la pobreza, la exclusión, el trauma o el aislamiento tienen un peso enorme en la aparición y el mantenimiento del consumo problemático.
Diversidad de trayectorias
Las personas que consumen sustancias no siguen un patrón único. Algunas desarrollan adicciones graves, otras mantienen un consumo controlado y otras abandonan el consumo sin ayuda externa. Esta diversidad de trayectorias es difícil de explicar únicamente a partir de alteraciones cerebrales.
Limitada eficacia de los tratamientos farmacológicos
A pesar de las inversiones, los tratamientos farmacológicos para la adicción han mostrado resultados modestos. Para muchas sustancias, los enfoques psicológicos y psicosociales siguen siendo los más eficaces y sostenibles a largo plazo.
El modelo biopsicosocial: una mirada integradora y humanista
Frente a las limitaciones del enfoque biomédico, el modelo biopsicosocial ofrece una comprensión más completa y respetuosa del fenómeno adictivo. Este modelo reconoce que la adicción surge de la interacción entre múltiples factores:
- Biológicos: predisposiciones genéticas, cambios neuroquímicos, vulnerabilidades individuales.
- Psicológicos: estrategias de afrontamiento, regulación emocional, historia personal, autoestima.
- Sociales: relaciones interpersonales, apoyo social, condiciones socioeconómicas, normas culturales.
Este enfoque pone en el centro a la persona, reconociendo su capacidad de cambio, su historia y sus recursos. Además, orienta la intervención hacia el fortalecimiento de las habilidades personales, la mejora del entorno y la construcción de nuevas oportunidades de vida.
Por qué necesitamos superar el reduccionismo biomédico
Reducir la adicción a una enfermedad del cerebro corre el riesgo de:
- Fomentar una visión determinista y pesimista del problema.
- Invisibilizar los factores sociales y psicológicos que juegan un papel crucial.
- Restar protagonismo a las intervenciones terapéuticas integradoras y personalizadas.
- Promover tratamientos farmacológicos como solución principal, a pesar de su eficacia limitada.
Por el contrario, adoptar un enfoque biopsicosocial nos permite comprender la complejidad de las trayectorias adictivas y diseñar intervenciones más efectivas, humanas y respetuosas.
Conclusión
Si bien la conceptualización de la adicción como enfermedad cerebral ha contribuido a reducir el estigma y a legitimar la atención sanitaria, sus limitaciones son evidentes. La ciencia y la práctica clínica nos muestran que la adicción es un fenómeno multidimensional que exige un abordaje integrador.
El modelo biopsicosocial no solo nos permite entender mejor la complejidad de la adicción, sino que también ofrece vías de intervención más eficaces y respetuosas con la dignidad de las personas afectadas. Como profesionales y como sociedad, es nuestro deber promover esta mirada integradora y humanista, y superar las explicaciones simplistas que no hacen justicia a la experiencia de quienes luchan con el consumo problemático de sustancias.