El concepto de aceptación se utiliza en Psicología para definir la capacidad para aceptar la realidad por parte de una persona. Es un proceso de adaptación, que conlleva asumir que hay aspectos o situaciones que no podemos modificar y que hay asumirlos como son.

La aceptación es un proceso que puede ayudarnos a fortalecer nuestra tolerancia ante las pérdidas o los fracasos. De esta forma podemos mejorar nuestro bienestar emocional y convertirnos en personas con mayor resiliencia y capacidad de autorregulación emocional. En definitiva, nos ayudará a crecer como personas.

 

Se trata de una estrategia emocional muy efectiva. Ejemplos clásicos son la muerte de algún familiar o el abandono de una pareja. Poner en marcha el proceso de adaptación en ambos casos nos ayuda a mantener nuestra estabilidad emocional.

Aceptación y resignación, ¿cuáles son las diferencias?

Aceptar una situación no significa resignarse ni conformarse. Desde la aceptación la persona tiene una perspectiva activa, puede estar abierta a modificar las cosas, abrir otras puertas o explorar otras posibilidades para alcanzar mayor bienestar emocional en un futuro.

Sin embargo, la resignación significa falta de acción, “tirar la toalla”, una apatía que no es compatible con la aceptación y que generará mayor frustración.

La aceptación supone abandonar la lucha cuando las cosas no tienen solución, pero también la búsqueda de otros caminos, aceptar las circunstancias sin juicios de valor. Por su parte, la resignación implica conformarse aunque no le guste y no buscar otras opciones, con lo cual presenta ciertas connotaciones negativas que pueden llevar a la insatisfacción.

¿Qué beneficios aporta la aceptación?

  • Ayuda al crecimiento personal, gracias al aprendizaje, a la adaptación y el cambio.
  • Brinda una mayor autoestima y control personal.
  • Proporciona mayor resiliencia y fortaleza para afrontar problemas futuros.
  • Aporta una visión más racional y objetiva de los problemas, más ajustada a la realidad.
  • Sirve para desbloquear, buscar soluciones y encaminarse a la acción.
  • No se malgasta energía ni tiempo dando vueltas al problema ni magnificándolo.

¿Puede trabajarse la aceptación?

Por supuesto, la aceptación puede desarrollarse si la persona está dispuesta a ello. Para ello, existen una serie de estrategias. Por ejemplo:

  • Reconoce las cosas que te producen malestar o sensaciones negativas.
  • Identifica tus emociones y lo que significan.
  • Sé consciente de tus emociones negativas, fíjate en lo que estás sintiendo, cómo te afecta… Practícalo con frecuencia para desarrollar cierta tolerancia
  • Focaliza tu atención en aquello que está en tu mano, en lo que depende de ti para superar el malestar. Si crees que es posible superarlo, busca las soluciones y ponte manos a la obra. Si no, pon en práctica la aceptación, céntrate en lo que puedas hacer para sentirte mejor.
  • Evita centrarte en la emoción negativa y no te dejes arrastrar por la apatía. Piensa en los pasos que debes dar para seguir adelante.
  • Afronta las emociones de manera inteligente. No hagas juicios de valor ni busques causas. Pon tu punto de mira en el “para qué” me puede servir esto que estoy sintiendo.
  • Entrena la aceptación, ten paciencia y obtendrás resultados en favor de tu bienestar emocional.

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