Las emociones nos ayudan a entender el mundo, a tomar decisiones y a relacionarnos con nuestros semejantes y todo lo que nos rodea. Se definen como reacciones fisiológicas que se producen en nuestro cuerpo como respuesta a estímulos propios o procedentes de nuestro entorno.

 

 

Tres componentes fundamentales de las emociones

Las emociones, como procesos fisiológicos, presentan tres componentes básicos:

  • Cognitivo: basado en la valoración, consciente o inconsciente, subjetiva de un determinado suceso.
  • Neurofisiológico: componente involuntario que desencadena reacciones como el sudor, temblor, etc.
  • Conductual: las conductas voluntarias o involuntarias a las que da lugar la emoción: llanto, gestos, tono de voz u otros.

Tres funciones principales de las emociones

  • Adaptativa: cada emoción tiene su propia función para favorecer la adaptación. Nos prepara para la acción y nos da el impulso y la energía para ofrecer una respuesta eficaz orientada al objetivo que deseamos obtener.
  • Social: nos permiten expresar nuestro estado de ánimo y darlo a conocer a los demás. Funcionan con señales para las personas que nos rodean, para que, a su vez, ellas respondan con actitudes y conductas determinadas.
  • Motivacional: existe una relación bidireccional entre la motivación y la emoción. La emoción se sitúa a la base de la conducta motivada y la empuja y, además, la dirige para acercarnos o evitar el objetivo de dicha conducta.

¿Cuáles son las emociones principales?

Existe cierto consenso al respecto de seis emociones básicas, aunque hay numerosas teorías al respecto. Para Daniel Goleman, famoso por sus estudios y publicaciones sobre la Inteligencia emocional son las siguientes:

  • Alegría
  • Sorpresa
  • Tristeza
  • Miedo
  • Ira
  • Asco

Como decimos, existe mucha literatura al respecto. El profesor Roberto Aguado, autor del modelo de Vinculación Emocional Consciente, define un universo emocional básico compuesto por estas seis emociones y otras cuatro, quedando de la siguiente forma:

  • Miedo
  • Tristeza
  • Ira
  • Alegría
  • Sorpresa
  • Asco
  • Culpa
  • Admiración
  • Curiosidad
  • Seguridad

En este artículo, vamos a analizar mínimamente tres de ellas: el miedo, la rabia y la tristeza que, tradicionalmente, se engloban en el grupo de las emociones negativas.

  • Miedo
    A pesar de que se considera una emoción negativa o desagradable, en realidad nos resulta muy útil. Cumple una función adaptativa de protección muy importante, nos protege del peligro y corresponde a una función cerebral óptima, ya que hay áreas específicas de nuestro cerebro que rigen esta emoción. La percibimos cuando hay una amenaza, que puede ser física o emocional, real o imaginaria.
    Es una emoción que puede espolearnos, darnos un plus de fuerza y energía para esquivar o repeler la amenaza, ya que activa nuestro cuerpo para mantenernos vivos, con carácter de supervivencia.
    Es necesario aprender a manejar esta emoción, ya que, si presenta una intensidad excesivamente alta, puede provocar bloqueo y que no seamos capaces de dar la respuesta adecuada. Lo mismo ocurrirá si el nivel es demasiado bajo. Así pues, debe regularse y encontrar cierto equilibrio.
  • Rabia
    Es la expresión de la ira. También cumple una función protectora, nos ayuda a defendernos ante agresiones externas y moviliza nuestra energía en busca del equilibrio en las relaciones y del respeto. Le ocurre lo mismo que al miedo. Corre el riesgo de pasarse o de no llegar. Es importante aprender a gestionarla para utilizarla en nuestro favor. Si no sabemos manejarla podemos caer en conductas agresivas nunca deseables o, en el polo opuesto, en tener una actitud en exceso sumisa.

  • Tristeza

Su función adaptativa es la reintegración, activa el proceso psicológico necesario para superar desilusiones, pérdidas o fracasos. Del mismo modo nos permite empatizar con la tristeza de los demás. Es una emoción útil, pero dolorosa.

Sus manifestaciones pueden ser diversas: en el plano físico puede darse el llanto, pérdida de apetito, insomnio…; a nivel mental, problemas de concentración, focalización de la atención sobre el problema, etc., y en cuanto al nivel conductual, desmotivación generalizada, aislamiento.

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