En 1988, el psicólogo social alemán Fritz Strack llevó a cabo un experimento que cambió la forma en que entendemos la relación entre la expresión facial y la emoción. El experimento de Strack se centró en una cuestión que ha sido objeto de debate en la psicología durante décadas: ¿la forma en que usamos nuestros músculos faciales puede influir en nuestras emociones?

Antes del experimento de Strack, la mayoría de los psicólogos creían que nuestras emociones eran el resultado de una serie de respuestas fisiológicas automáticas, como la sudoración y la frecuencia cardíaca. Según esta teoría, la expresión facial era simplemente una señal de nuestra emoción interna, no una causa de ella.

Sin embargo, Strack tenía una hipótesis diferente. Él creía que nuestra expresión facial podría influir en nuestras emociones, y quería probar su teoría en un experimento controlado.

En el experimento de Strack, los participantes se dividieron en tres grupos. Cada grupo fue instruido para hacer una tarea que implicaba el uso de los músculos faciales de manera diferente. El primer grupo se le pidió que sostenieran un lápiz con los dientes, lo que hizo que sus músculos faciales se movieran en una posición que imitaba una sonrisa. El segundo grupo se le pidió que sostuvieran el lápiz con los labios, lo que hizo que sus músculos faciales se movieran en una posición que imitaba una mueca. El tercer grupo no tuvo que sostener el lápiz en absoluto.

Después de realizar la tarea, cada grupo calificó la "divertida" viñeta de dibujos animados que se les mostró. Los resultados del experimento fueron sorprendentes: los participantes que sostenían el lápiz con los dientes, imitando una sonrisa, calificaron la viñeta como más divertida que los otros dos grupos.

Esto sugería que la expresión facial puede influir en nuestras emociones. En otras palabras, si hacemos una sonrisa, incluso si no nos sentimos felices en ese momento, esa sonrisa puede hacernos sentir más felices.

El experimento de Strack se ha replicado muchas veces desde entonces, y los resultados han sido consistentes con sus hallazgos originales. También ha llevado a una mayor comprensión de cómo la expresión facial y las emociones están interrelacionadas.

Hoy en día, la teoría de Strack se conoce como la hipótesis de la retroalimentación facial, que sugiere que las expresiones faciales no solo reflejan nuestras emociones, sino que también pueden influir en ellas. Esto puede tener importantes implicaciones en nuestra vida cotidiana, desde la forma en que interactuamos con los demás hasta cómo manejamos situaciones emocionales difíciles.

En resumen, el experimento de 1988 de Fritz Strack demostró que nuestra expresión facial puede influir en nuestras emociones. Este descubrimiento ha llevado a una mayor comprensión de cómo la expresión facial y las emociones están interrelacionadas, y puede tener importantes implicaciones en nuestra vida cotidiana.

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