Las emociones son fundamentales para responder y adaptarnos al entorno. En paralelo al desarrollo cognitivo de las personas, se produce una progresiva toma de conciencia y un aprendizaje de las emociones propias y ajenas.

A partir de los 3 meses de edad los niños son capaces de diferenciar y expresar un amplio repertorio emocional: desde la alegría a la tristeza, pasando por la ira, el miedo, la sorpresa, etc. El manejo apropiado de las emociones contribuye de forma determinante al bienestar psíquico.

 

¿Qué es el desarrollo psicoemocional?

Es el proceso a través del cual la persona forma su identidad, autoestima y seguridad, la confianza en sí mismo y en el mundo circundante. Se realiza por medio de la interacción con otros semejantes, reconociéndose como una persona única y distinta. A lo largo de este proceso, el niño aprende a distinguir las emociones, manejarlas, expresarlas y controlarlas.

Etapas del desarrollo emocional infantil

Hasta los 3 meses

Un recién nacido posee emociones básicas de supervivencia: llanto, interés y disgusto.

En torno al mes de vida detectan en otras personas emociones como la alegría y el enfado.

La sonrisa social hace su aparición alrededor de los 3 meses.

Entre los 4 y 8 meses

Sobre los 4 meses, ríe cuando tiene contacto con sus juguetes y aprende a diferenciar entre gestos de enfado y de tristeza.

Hacia el quinto mes empieza a manifestar interés hacia otros estímulos.

Ya en el sexto mes exterioriza abiertamente la alegría, grita y ríe cuando jugamos con él.

Al mes siguiente podemos reconocer la ansiedad cuando se enfrenta a estímulos desconocidos. El bebé comienza a distinguir las emociones positivas de las negativas.

Y alrededor del octavo mes hacen su aparición el miedo y la culpa.

De 1 a 3 años

Ya a lo largo del primer año el niño comienza a desarrollar habilidades empáticas. Por ejemplo, puede ponerse a llorar si observa a otros niños hacerlo.

A los dos años ya es capaz de imitar la expresión facial de emociones básicas como la alegría o la tristeza.

En torno a los 3 años reconoce a las personas por la relación emocional que tiene con ellas, de juego, de alimentación, paseo, etc.

Entre los 4 y 6 años

A los 4 años el lenguaje le permite descubrir y comprender la realidad, comunicar experiencias, necesidades y sentimientos.

En este periodo se desarrolla la conciencia emocional, el hecho de ser consciente de lo que siente y de por qué lo siente.

Es la etapa en la que surge la regulación emocional, de enorme importancia en estos años. Para su desarrollo se vale del juego simbólico, en el que puede adoptar distintos papeles y diferentes estados emocionales.

En torno a los 6 años, se culmina el progresivo abandono del egocentrismo y cobra relevancia la relación con sus iguales. Las emociones se van haciendo más intensas y complejas a la vez que crece la dimensión social de la persona.

De los 6 a los 9 años

A los 6 años, el enfado ya obedece a causas más razonadas y maduras. Son conscientes de la injusticia, la crítica, la incomprensión y el rechazo.

Se amplía su mundo social y vive más experiencias de carácter afectivo. Va desarrollándose su autocontrol emocional.

Alrededor de los 9 años, se observa una mayor reserva en las emociones expresadas y una mejor comprensión de sus sentimientos y de los que le rodean.

La percepción de la amistad evoluciona y valoran cada vez más la confianza y la colaboración.

Entre los 9 y los 12 años

Se deja atrás la agitación de la primera infancia. Se alcanza un mayor equilibrio emocional.

A partir de los 12 años

Una etapa caracterizada por la experiencia de sentimientos opuestos, como amor-odio. Es un periodo emocionalmente turbulento.

Se vuelven más reservados en cuanto a la expresión de su mundo emocional. Descubren sentimientos que no habían experimentado aún, como el amor.

El cuerpo del niño se convierte en adolescente, descubre la sexualidad. El desarrollo de habilidades de pensamiento relacionadas con conceptos abstractos supone una revolución en su relación con los demás, incluidos sus padres.

Se abre el camino a la búsqueda de su propia identidad personal. Entre los 14 y los 17 años suele aparecer una fase de desapego hacia los padres, que se concretará en una redefinición de su relación, antesala de la futura independencia.

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