Un ataque de pánico es un episodio de carácter repentino, breve (de menos de 10 minutos), caracterizado por sensaciones de profundo malestar o miedo. Surge cuando la persona se siente en peligro, cuando percibe que algo ataca de forma grave su integridad física o psicológica.  

Con frecuencia se asocia con ideas catastróficas (sensación de estar muriéndose o volviéndose loco, miedo a perder el control, etc.) y a una necesidad apremiante de escapar de esa situación. A menudo las personas lo padecen en situaciones donde no hay ningún estímulo amenazante y no encuentran la causa que lo provoca.

¿Por qué se produce un ataque de pánico?

Un ataque de pánico puede ser totalmente inesperado, sin un desencadenante claro, o estar ligado con determinadas situaciones. A pesar de que las causas pueden ser muy variables, existen dos factores principales que pueden provocarlo:

  • Estrés psicológico: es el caso de una persona sometida a una situación vital que le produzca mucha tensión (problemas laborales, familiares, médicos…).
  • Conjunto de reacciones fisiológicas desagradables y desconocidas para la persona. Desde intoxicaciones por consumo de drogas hasta bajadas de tensión, posoperatorios, etc.

También hay factores predisponentes, como un carácter más sensible al estrés, la hipervigilancia, la influencia del entorno familiar, tendencia a evaluaciones cognitivas irracionales o catastrofistas, problemas de ansiedad como fobias, ansiedad generalizada, etc., consumo de drogas, hipocondría, entre otros.

Pasos para controlar un ataque de pánico

Para resolver un ataque de pánico es preciso controlar la ansiedad y evitar que esta nos desborde.

  1. Sé consciente. Si comprendes lo que está sucediendo y la dimensión de tu reacción en relación con el estímulo, puedes reducir el nivel de ansiedad.
  2. Observa tus sensaciones sin dejar que te desborden, procura tomarles distancia. Recuerda que no son peligrosas, solo muy desagradables para ti.
  3. Conecta con tu respiración. Observa tu respiración y concéntrate en ella. No respires deprisa, toma el aire por la nariz y espíralo lentamente por la boca. Respirar con tranquilidad envía a nuestro cerebro el mensaje de que estamos a salvo. Sin embargo, respirar deprisa representa una señal de alarma y aumentará tu ansiedad.
  4. Toma consciencia de los pensamientos irracionales que anticipan situaciones catastróficas.
  5. Atrévete a desafiar esos pensamientos irracionales y a sustituirlos por otros más realistas. Para ello, es muy útil la terapia cognitivo-conductual.
  6. Cuando los síntomas comiencen a remitir, enfoca tu pensamiento hacia cosas relajantes. Te ayudará a mantener la calma.

¿Qué tratamiento puede ser eficaz?

Como hemos comentado, la terapia cognitivo-conductual se ha mostrado muy eficaz para controlar la sintomatología asociada a los ataques de pánico. Esta terapia incluye la restructuración cognitiva (para evitar interpretaciones fatales o catastrofistas), la exposición a los estímulos aversivos y técnicas de manejo de la ansiedad (técnicas de relajación…).

No obstante, aparte de trabajar el plano cognitivo y conductual, puede ser útil recurrir a otros tipos de psicoterapia como EMDR o la sincronización de hemisferios cerebrales (SHEC), que pueden ayudar a modular los aprendizajes y las manifestaciones de la ansiedad en cualquiera de sus niveles (físico, cognitivo y conductual).

Otra técnica efectiva para el manejo de la ansiedad asociada a los ataques de pánico es el entrenamiento en Mindfulness.

Tres de cada cuatro personas que sufren un ataque de pánico volverá a experimentarlo. Si llevas un tiempo sufriendo este tipo de problema, podemos ayudarte.

Puedes solicitar cita previa para tratamiento aquí.