La resiliencia se define como “la capacidad que tiene un individuo para superar circunstancias traumáticas, como la muerte de un ser querido, un accidente, etc.”. Se trata de una adaptación a la adversidad, por la que la persona no solo transita, sino de la que sale fortalecida y con un aprendizaje emocional valioso.

Según determinadas investigaciones, existe una relación clara entre el apego de los primeros años del niño, el desarrollo y su posible resiliencia futura.

 

Apego, desarrollo y resiliencia

El psicólogo colombiano Diego Alejandro Calle examina en un artículo titulado Apego, desarrollo y resiliencia la influencia del apego como característica etológica potenciadora del desarrollo humano, que facilita la incorporación psíquica de tutores de resiliencia incluso en momentos adversos.

Las personas que tienen un historial de apego seguro a sus espaldas son más estables emocionalmente y pueden reaccionar con mayor éxito si sucede el evento traumático. Este estilo de apego desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la resiliencia, ya que el entorno seguro es el que le sirve de base al sujeto para poder desarrollar estrategias de afrontamiento.

Sin embargo, aquellos que antes de evento traumático han crecido afectivamente en modelos de apego inestables tienen menos probabilidades de resistir.

No obstante, aunque muchos estudios demuestran alteraciones en el desarrollo físico y/o psicológico de niños con historiales de maltrato o abandono, también existe la evidencia de que un porcentaje de ellos logra conductas socialmente aceptadas y plenamente funcionales. En muchos de estos casos aparecen los llamados tutores de resiliencia, que permiten reparar y corregir los patrones afectivos insanos de sus relaciones tempranas. Este es el fenómeno de la resiliencia.

Factores favorecedores de la resiliencia en un niño

En el artículo citado se describen distintos aspectos vinculados con la aparición de la resiliencia en un sujeto en desarrollo que se ha enfrentado a un suceso traumático:

  • Relación estable con al menos uno de los padres o cuidadores
  • Apoyo social en la familia y fuera de ella
  • Un entorno educativo emocionalmente positivo, abierto, que oriente y fije normas
  • Modelos sociales que inciten a desarrollar una actitud positiva para superar las dificultades

Por lo tanto, se considera que la resiliencia es un proceso dinámico en el que diversos elementos entran en juego. Si uno de ellos falla, el traumatismo puede derrumbar al niño, pero, de la misma forma, si uno se mantiene estable puede ser suficiente para reconstruir o conservar.

Es decir, que los niños afectados por malos tratos, abandonos y otros traumas no están abocados de manera determinista a sufrir trastornos mentales en su vida adulta. A pesar de no haber desarrollado una resiliencia primaria por la relación con sus primeros cuidadores, pueden acceder a una resiliencia secundaria, que se desarrolla con posterioridad.  

Qué es un tutor de resiliencia

El término “tutor de resiliencia” fue acuñado por el neurólogo, psiquiatra y etólogo francés  Boris Cyrulnik, una de las grandes figuras de la psicología moderna. Se refiere a cualquier persona o acontecimiento que provoca un renacer del desarrollo psicológico después del  trauma.  Casi siempre se trata de un adulto que representa para el niño un modelo de identidad que puede cambiar su existencia. Un encuentro significativo puede ser suficiente.  

Esta figura permite que el sujeto en desarrollo pueda comprender y asimilar las secuelas psicológicas derivadas del acontecimiento traumático (abandono, maltrato, discriminación social...).

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