A veces escuchamos el adjetivo “perfeccionista” expresado como una gran cualidad; otras como una característica no demasiado positiva. Aunque en alguna medida puede ayudarte en tu productividad y a alcanzar ciertas cotas de éxito profesional y personal, lo cierto es que un exceso de perfeccionismo puede llegar a ser limitante, afectar a la eficiencia de tus tareas e incluso a tu bienestar emocional.

Te contamos cómo saber si tienes este rasgo tan exacerbado que puede afectarte en tu desempeño cotidiano. No es fácil de detectar, pero presta atención a las señales que te exponemos a continuación y averigua si eres una persona perfeccionista.

10 señales para identificar a una persona perfeccionista

Nada les vale excepto la perfección

Los perfeccionistas no se conforman con un buen trabajo o un trabajo excelente, no aceptan otra cosa que no sea perfecta. O todo o nada, blanco o negro. Con esta mentalidad es fácil sentirse decepcionado, sin ser capaz de valorar el esfuerzo y el trabajo bien hecho.

Son críticos feroces

Estas personas son excesivamente criticas consigo mismas y con las demás. Detectarán pequeños errores que sobredimensionarán en lugar de valorar sus logros y apoyar el trabajo de los demás. Con esta rigidez, se verá afectada la confianza y la autoestima.

Escaso realismo en sus objetivos

Sus objetivos no suelen ser razonables. No se trata de que establezcan metas exigentes, sino que las que se plantean suelen estar fuera de su alcance y rara vez pueden conseguirlas. La presión y el estrés son muy altos.

Orientación 100% a los resultados

Una persona con unos buenos niveles de exigencia puede disfrutar tanto del objetivo como del proceso que le lleva a lograrlo. Sin embargo, para un perfeccionista solo importa la meta por bello o estimulante que pueda resultar el camino. Su obsesión por el éxito y su pánico al fracaso le impide disfrutar del proceso.

Tendencia a la depresión por objetivos no logrados

Lógicamente, la persona perfeccionista sucumbe a los pensamientos negativos y a la decepción cuando no consigue sus objetivos. El mero hecho de cometer un error puede empañar la consecución más que sobrada de un objetivo. El perfeccionista vive centrado en el error, es incapaz de disfrutar de un resultado que no es perfecto al 100%.

Miedo al fracaso

Ya hemos adelantado este terror ante la perspectiva de fracasar. Pero, claro, como cualquier cosa que no sea perfecta es un fracaso, el más mínimo error se vive como tal. El perfeccionista piensa que el error no es la consecuencia de que haya hecho algo mal, sino de que él es malo o hay algo malo en él.

Tendencia a la procrastinación

Aunque pueda parecer raro, la persona perfeccionista aplaza sus tareas y obligaciones con frecuencia. Tanta presión autoinfligida le abruma, el temor a fallar le atenaza. Todo ello solo aumenta el malestar y el sentimiento de fracaso.

Siempre a la defensiva

No consideran las críticas constructivas como información útil que les puede ayudar a mejorar, sino que se sienten atacados de manera personal.

Baja autoestima

Los perfeccionistas, pasados de frenada con la autocrítica e infelices por su incapacidad para lograr los objetivos que se han propuesto, tienen tendencia a aislarse. Todo ello puede afectar a la autoestima del individuo. De hecho, la baja autoestima puede estar en el origen del perfeccionismo exagerado y, a la vez, ser el resultado de este.

Incapacidad para delegar

Las personas excesivamente perfeccionistas tienen grandes problemas para trabajar en equipo o colaborar con alguien. Muchos más para delegar tareas en otros, ya que, a su juicio, no son lo bastante competentes y no ponen el mismo interés, rigor y precisión que ellos en el desarrollo de dichas tareas.

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